¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

martes, 20 de diciembre de 2011

Hostal de los Reyes Católicos. Santiago de Compostela









Web
Pocas veces me he encontrado con una web tan enrevesada como la de Paradores. Es complicada para navegar, muy lenta y con un orden muy poco acorde al resto de páginas webs de otros hoteles. En definitiva, bastante deficiente y muy en consonancia con la cadena Paradores de la que -adelanto- no es plato de buen gusto para mí. Procedí a reservar una habitación doble con una cama supletoria para mi hijo durante dos noches. Lógicamente no lo hice desde su web sino por teléfono hablando directamente con reservas del hotel.

Llegada al hotel y check-in
No conozco un hotel de los muchos que he visitado que gocen de una ubicación tan excepcional como el Parador de los Reyes Católicos de Santiago de Compostela. En plena Plaza del Obradoiro, pegado -y hablo esta vez sin retórica- a la Catedral, se levanta gallardo este maravilloso edificio del siglo XV, antiguo Hospital Real para los peregrinos que llegaban al culmen del Camino.

Fachada del Hostal desde la Catedral de Santiago

Considerado, por tanto, como el hotel más antiguo del mundo y dejando aparte su fascinante belleza arquitectónica -tanto interior como exterior-, hoy en día tiene más de viejo que de hotel de lujo pero el carácter que le imprime su arquitectura y su privilegiada situación, le permite no dejar de ser un establecimiento deseado por los amantes de los hoteles de lujo de todo el planeta. Además, viene al pelo para peregrinos holgazanes como yo que no quieren dejar pasar la oportunidad de darle un abrazo al Santo pero sin dar más de veinte o treinta pasos.
  
Llegamos al hotel en nuestro vehículo. Desde la salida de la AP9 hasta su puerta se encuentra perfectamente señalizado por toda la ciudad; si bien es cierto que al final del trayecto debes vencer el respeto que infiere meterte de lleno con el coche en plena Plaza del Obradoiro. Ese último camino está prohibido excepto para los huéspedes del hotel. Sin problema puedes aparcar el coche en la misma puerta. Un botones salió a nuestro encuentro para ayudarnos con el equipaje. Inmediatamente, como suelo hacer siempre que viajo en mi coche, le doy las llaves del mismo para despreocuparme de él durante mi estancia. La entrada al edificio por primera vez es una sensación maravillosa. Un pórtico que quita el hipo y una puerta de doble ala acristalada. La recepción -también el concierge- se encuentran en una estancia justo a la derecha.

Puerta de entrada al hotel


Hall de entrada al hotel. Recepción a la derecha

Dos uniformadas recepcionistas atendían en ese momento el mostrador. Fueron amables durante todo el proceso de check-in pero se les notaba un tanto saturadas y nerviosas. Nos dieron la llave de nuestra habitación; una tradicional con un llavero de hierro de unos cuatro o cinco kilos de peso, de esos que parecen más un arma mortal arrojadiza que un llavero. 

Llave y llavero de la habitación.

Un botones nos acompañó con el equipaje a nuestra alcoba. Durante el paseo pudimos contemplar alguno de los preciosos cuatro claustros, muy bien cuidados. Es necesario que la primera vez te acompañe a la habitación alguien del personal del hotel porque, de no ser así, es fácil perderse por los vericuetos de los claustros.

Uno de los preciosos y cuidados claustros del Hostal

La habitación
El botones, una vez que desplegó el reposa maletas y las depositó encima, recibió correctamente la propina y se marchó. La sensación primera de verte en semejante habitación es difícil de describir. Voy a intentarlo. Los techos no son altos, son himaláyicos, llegando a dar la sensación de frialdad. El suelo es de madera pero más usada que el tubo de escape de la vespa de un jipi. Dar un paso en ese suelo -bastante irregular, por cierto- confería un nivel de decibelios bastante inaceptable. El ruido de la madera al ejercitar presión era muy desagradable, sobre todo a las tres de la mañana levantándote a hacer pipí. Hasta el Abad de la Catedral cercana se despertaba cada vez que mi próstata me indicaba visitar el baño. La cama, dos camas separadas, era con dosel y un cabecero de madera clavado a la pared. La comodidad de la cama era aceptable, no así la supletoria que era un auténtico despide yernos. 

Cama

Los cubrecamas eran como de terciopelo, absolutamente atrapa ácaros, de un color bastante poco atractivo, eso sí, en plena conjunción con el resto de la habitación. El mobiliario de la habitación era el mismo que utilizaron Sus Majestades los Reyes Católicos en sus visitas al antiguo hospital. De hecho, la Reina Isabel, solía encontrármela en algunas ocasiones antes de abrir los armarios; Don Fernando estaba dentro. Con todo, hay que decir que era espaciosa, con un sofá tapizado acorde con el cubrecama, sofá que albergaba el catre supletorio y una mesa tocinera espartana justo enfrente, más rayada que un vinilo de Los Pecos. Las cortinas, como puede observarse eran .... lo siento, no tengo palabras para catalogarlas.

Sofá-Cama con mesa tocinera y cortinas
La misma toma pero con lámparas y tapa de radiador con mecedora

Había también una mecedora no sé si para enanitos o una amenitie especial para niños. Era tan pequeñita que no me cabía ni media nalga. Tomé la foto con la llave encima para que se observe el tamaño lo mejor posible. Tuve suerte de que el peso del llavero no destrozara la minimecedora. 

Mini-mecedora. También se intuye el suelo de madera


El baño
Sin ser absolutamente nada del otro mundo, era bastante correcto para lo que se espera de un buen hotel. Espacioso, con dos estancias separadas; en una lavabos y bañera; en la otra bidé e inodoro. El lavabo ocupaba una mesa corrida de mármol con dos pozas amplias y profundas, como debe ser. No soporto esos lavabos mini-malistas -es decir, pequeños y malos- donde todo salpica por todas partes. La grifería era sosa pero efectiva, de doble mando, un poquito trasnochada. 

Toma general de las dos estancias del baño

Las toiletries eran bastante malas, exclusivas para Paradores, y por lo que he podido observar en otros hoteles de la cadena, un tanto Vip, con aromas de uva o una chorrada parecida. Eché en falta la famosa botellita de agua de colonia de Paradores.

Toiletries

La bañera era accesible y amplia con mampara de vidrio, las toallas de las que secan aunque un tanto usadas de más. Zapatillas y albornoces acompañaban el elenco de toiletries. Los vasos del lavabo estaban protegidos por una especie de condón de plasticurri asqueroso. Detesto que los vasos estén protegidos por plástico como si necesitaran una profilaxis especial. Lo correcto es disponerlos boca arriba, justo antes de que el huésped entre a la habitación. A lo sumo, puedo aceptar unos cubrevasos de papel pero prefiero que no pongan nada. Se debe dar por supuesto que en un gran hotel los vasos están impolutos.
Por lo demás, todo en regla, si es que me dejo algo en el tintero.

Lavabos


Antes de acabar con la habitación, debo hacer mención especial al armario. Ya digo que dentro se encontraba Su Majestad Don Fernando el Católico. Con puertas musicales, es decir, chirriaban al abrir y cerrar, tenían una disposición casi medieval, como para depositar túnicas y capas. A mi juicio, poco eficaces a la hora de ajustar y aprovechar el espacio.
La televisión era, sin dudarlo, junto a mi Smartphone, lo más moderno de la habitación.

Armario


Papelera y mueble del televisor


Bares y Restaurantes
Dado que en mi corta estancia en Santiago de Compostela iba acompañado de mi queridísimo e inquieto niño, sólo nos tomamos un piscolavis en el bar del hotel. Cómodo, con muy buen servicio de camareros. Cuando hace buen tiempo y no llueve, algo excepcional en la capital gallega, aprovechan para montar unas mesas en un claustro para poder fumar tranquilamente y tomarse algo al aire libre. No probé, por tanto, el famoso restaurante Dos Reis ni el más informal Enxebre. Sí que desayuné en el hotel en toda mi estancia. Es una de las cosas que más me gustan de Paradores, sus desayunos. Para los asaltabufets que se ponen hasta arriba porque "es gratis", tienen en este Parador un verdadero templo. Productos españoles de muy buena calidad, tanto dulces como salados a granel. Probé el zumo de naranja, muy natural por cierto. Casi no probé nada de salado, tan sólo un poco de buen jamón y algo de queso. La repostería es muy variada y muy sabrosa. Lo mejor, el pan. Lógicamente, estamos en Galicia. Tan sólo comentar que la sala de desayunos está en un lugar un poco incómodo, teniendo que subir varios escalones. Imagino que  no podrá ser de otra manera. Entiendo que habrá un ascensor para quien lo necesite pero no lo vi indicado.

Consideración final
El Hostal de los Reyes Católicos es, junto con el Hostal de San Marcos en León, los catalogados 5 estrellas GL de la cadena Paradores. Otro día haré la crítica del de León, pero no crean que difiere mucho de la de Santiago. Grandes obras arquitectónicas junto a grandes ideas para su conservación; esa es una de los logros de la empresa antes pública, Paradores. Pero, desde su nacimiento en 1928 hasta nuestros días, se han quedado un poco anclados en el pasado. Aún así, tienen una clientela muy numerosa y fiel que le gusta lo que le dan.
En el caso del de Santiago, resaltar sobre todo su servicio y volver a clamar que no conozco otro enclave más maravilloso para un hotel como este, aún cuando en plena plaza del Obradoiro, los indignados habían acampado, cual feudales, desmereciendo, entre otros, el templo donde se encuentran los restos del Apóstol Santiago.

Check-out
Vuelvo a decir que el servicio del hotel es de primerísima calidad. Muy atento y presto un botones nos recogió el equipaje de la habitación. Mientras procedía a pagar, otro ya había situado el coche en la puerta. Nos disponíamos a pasar unos días de vacaciones en familia en Sanxenxo, lugar que frecuento ya desde hace muchos años, muy a mi pesar, del que pronto hablaré en una entrada especial.

viernes, 9 de diciembre de 2011

La televisión de la habitación de un hotel

Ser humano masculino en la habitación de un hotel


Me he decidido, por fin, a hablar de este elemento de la habitación de un hotel, más común aún que la cama. Una habitación puede tener cama, camastro, catre o algo parecido pero, lo que jamás, ninguna puede dejar de tener es una televisión y todo el elenco de accesorios que ella conlleva. Es una estupidez supina pero nadie me podrá negar que, hoy en día, hasta el hostal más barato y cochambroso tiene, dispuesto por algún lugar, una televisión.

Para empezar, hablaremos de su disposición. Los hay que la tienen anclada a la pared, cual hospital bananero, con sistema anti-robo. Otros, los más comunes, la depositan encima de un mueble o mesita; eso sí, siempre de una manera que pueda ser vista desde la cama, o con algún sistema hidráulico o de giro, para visualizarla desde varias perspectivas. Ello, y les habla un ser raro que no tiene televisor en la alcoba de su casa, siempre me ha resultado impactante. Pero, a la par, reconozco que no podría vivir sin tener dicho televisor en la habitación del hotel en donde me hospedo. Toda una auténtica paradoja.

Los hay de varios tipos. Están los hoteles tradicionales -por no decir los trasnochados- que aún conservan los televisores de tubo, toda una verdadera antigüedad. Pero la gran mayoría, utilizan ya las de pantalla plana, ya sean leds o lcds o su puñetera madre, que poseen la gran ventaja de que ocupan menos volumen y son más accesibles a la hora del giro en perspectiva para ser vista desde diferentes ángulos. Muchos hoteles utilizan un mueble ad-hoc para albergar el minibar y la televisión con una especie de puertas para disimularla.

Bien, yo soy de esos que poco después de entrar por primera vez a una habitación de hotel enciendo la tele, algo que no suelo hacer a diario cuando llego a mi casa, pero es que muchas personas, los que pernoctan en hoteles saben lo que digo, tenemos un síndrome raro de cambio de maneras, incluso de personalidad, cuando visitamos establecimientos hoteleros. Sucede que el sistema de mando a distancia de los televisores de hotel es raro, en comparación con los de nuestro domicilio. En algunos lugares, los más rácanos, debes pedirlo en recepción. Tardan varios segundos en encenderse, una vez pulsado el power; a veces entra una sudoración fría, creyendo que está estropeada, el puntito de luz verde parece que no llega. Pero la paciencia confiere la recompensa del encendido de la misma. Una vez cerciorados de su funcionamiento, como trogloditas detrás de una pieza de venado, nos ansiamos hasta conseguir el papelito de los canales de televisión. Cuál autómatas, comenzamos a zapear los nueve mil setecientos treinta y dos canales. En ese momento, se para el tiempo, tu acompañante deja de existir, todo en tu vida deja de tener sentido. Sólo respiras para la gilipollez de ver, uno a uno todos los canales disponibles.
Finalizada la previa, ya nos hemos hecho medianamente con el mando, dejamos el canal turco de noticias o el magazine japonés mientras nos damos una ducha y nos disponemos a salir a cenar. Una vez de vuelta para dormir, justo después de decirle a tu acompañante que cuelgue el "please not disturb" en el pomo de la puerta -tu eres un vago y no lo haces- ya estás otra vez con el mando en la mano, en calzoncillos haciendo otro zaping. Intentas poner algo en español, pero como siempre pasa en la televisión española internacional sólo emiten documentales de pueblos de España rodados en los setenta y continúas, como el cerdito de Toy Story 1, dándole a la tecla hasta llegar al final. Al acabar, continúas con los canales de radio y vuelta a empezar. El mando a distancia, como siempre pasa, tiene cuarenta y cuatro botones, de los cuales sólo están disponibles los del volumen, cambio de canal y power. El resto no valen para nada.

Ya tumbados en la cama, no sueltas el mando ni de coña, tu acompañante te grita diciéndote que quiere dormir y que bajes el sonido. Como han podido comprobar, el ajuste de volumen de los televisores de hotel tiene un gran problema cuando tienes acompañante. No es otro que en el nivel 1 de sonido, molestas y en el 0 no oyes una mierda. Por tanto, la dejas en el cero pero con un ejercicio de pulgar olímpico, sigues pasando canales. Yo suelo siempre acabar en la Rai, viendo, que no oyendo, algún programa de Rafaella Carrá. Otros tragándose la Teletienda rusa, otros una peli de Steven Seagal (estas no hacen falta ser oídas, con la imagen tienes de sobra para seguir perfectamente el argumento), otros lo erótico-festivo de un canal de contactos rumano con chatis que se dejan entrever una teta. En definitiva, un sin fin de estupideces que en la casa de uno ni de lejos haríamos; pero el ser humano masculino es estúpido por naturaleza y, por tanto, dominador de televisiones.

Cuando estamos en la escena de lechazos más auténtica del subproducto de Seagal, otro grito; ¡Apaga la tele que me da claridad y no puedo dormir! Tú, que ya estabas medio en duermevela pegas un brinco y acabas por apagar la tele con el mando; cosa que no basta porque el puntito rojo del power sigue molestando a tu acompañante. Te tienes que levantar, aprovechas para hacer pipí y te pones los cascos del iphone con ondacero de la Rosa de los Vientos o el melenudo de la Ser que habla de extraterrestres. Al final, y es que uno extraña la cama y su almohada, te dan las dos o las tres hasta que consigues dormir, todo por culpa del puñetero televisor de los huevos y de tu supina estupidez por tirar tan absurdamente esas horas de tu vida.

Pero óigame usted, no me de una habitación de hotel sin televisor que no vuelvo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Don Diógenes Melollevo




Don Diógenes Melollevo es un señor que todos ustedes conocen. Se lo han cruzado en varias ocasiones por los aeropuertos, pasillos de un hotel, han compartido sala de desayuno, ascensor, butaca de avión e, incluso, usted mismo puede llamarse así.

D. Diógenes realiza su equipaje siempre con una maleta de más, vacía,  para traerla de nuevo a casa repleta de material indispensable que ha ido recogiendo allá donde va de viaje.
Ya, en el aeropuerto, toma prestados dos o tres planos del mismo, no se vaya a perder por las ocho terminales del aeropuerto de Zaragoza. Las azafatas de Ryanair aún no lo han localizado pero siempre que D. Diógenes viaja, recogen una revista menos de la que entregan al pasaje. Nunca la lee porque está en inglés y no sabe idiomas pero es indispensable que pase a su posesión. Incluso ha llegado a coger los pañitos que cubren el reposa cabezas de Air Nostrum con el "Murcia Costa Cálida" de propaganda.

Al llegar a su hotel de destino, el Sr. Melollevo, coge un buen puñado de esos caramelos de menta que depositan muchas recepciones en su mostrador. Pide el plano de la ciudad cada vez que sale y entra del hotel.

Es un insaciable devorador de toiletries. Las esconde en los cajones para que el servicio de camareras no se de cuenta. ¡Ay, D. Diógenes! Que se cree usted que no se dan cuenta. ¿Dónde mete los 25 tarritos que colecciona entre los que le dejan por la mañana, en el turn-donwn y los que pide directamente al servicio de habitaciones; dónde están los envases vacíos?

Cuando abre el minibar, no coge ni una fanta de limón, no le vayan a cobrar pero arrasa con los posavasos, el sacacorchos, el abrebotellas, las servilletas y hasta esos palitos mezcladores de los combinados alcohólicos. Y lo hace, aunque ninguno de esos utensilios tenga el logo o el nombre del hotel grabado. Como ven, la maleta vacía de D. Diógenes, se va llenando.

Le encanta la bolsita donde le dejan el periódico cada mañana. Y las esponjitas limpiacalzados le vuelven loco. No puede dejar ni una. Tiene problemas para poder meter en su maleta uno de los utensilios que más le atraen; el paraguas. En ocasiones, deja entrever la puntica del mismo por la cremallera del bulto ya que el diámetro del mismo es superior al de su equipaje; pero le da igual. Hasta se lleva los tarjetones de "please, not disturb" que penden del pomo de la puerta. Las postales del cartapacio de encima del escritorio le vuelven loco, y el mismo cartapacio también. El díptico de los canales de televisión es indispensable para la supervivencia del ser humano. A la maleta que va.

Las perchas. ¡Uy, las perchas! Tiene su casa cuatro cajas llenas de ellas. No las usa jamás pero no puede vencer la fuerza que le tira a llevárselas. ¿Y las zapatillas? ¡Madre mía! Cuatro cajas de esas transparentes de los chinos, totalmente llenas. No valen para nada pero no puede dejarlas.

Con el albornoz no se atreve, eso ya es de cobardes pero ya le gustaría, ya. Alguna toalla que otra ha caído, ¿Verdad, D. Diógenes? Con el secador de pelo tampoco pero se hace violencia para no hacerse con él. Eso sí, con la de Kleenex que tiene podría empapelar su alcoba.

Su desayuno es bufet en todo su amplio significado. Siempre se sitúa en una mesa de esas en esquina donde cree que no le ven. Y vaya si le ven. Acaso ¿Qué va hacer con ese medio kilo de chorizo, cuarto y mitad de queso y cinco panecillos, que no sean bocadillos? Se los mete en su bolso de mano con un disimulo propio de agente secreto y, con lo que saca, ya tiene el almuerzo listo. Hasta la cena.

El señor Melollevo comunica por teléfono con el servicio de habitaciones del orden de cinco a cincuenta veces al día. Pide gel, champú, espuma de afeitar, cuchillas, esponjas limpiacalzado; todo a troche y moche. Y no se lleva el hielo de la cubitera porque se derrite, que si no...

viernes, 18 de noviembre de 2011

Mirasierra Suites Hotel. Madrid








Web
De navegación dinámica y con amplia información de los servicios e instalaciones del hotel, la web del Mirasierra Suites Hotel, la podemos catalogar de correcta. Quizá, un tanto enrevesada a la hora de buscar ciertos contenidos concretos y muy asequible para proceder a la consulta de precio y disponibilidad de habitaciones o su reserva; todo a través de "ihotelier".
Buena galería de imágenes que se corresponden con la realidad.  Posee, también, una galería de videos bastante interesante y un sin fin de posibilidades de "packages" y adaptaciones de tarifa a circunstancias concretas.

El hotel pertenece a la central de reservas Preferred Hotels & Resorts, posiblemente la que le hace competencia pero un poco de lejos a The Leading Hotels of the World. Reservé esta vez telefónicamente, comunicándome directamente con el departamento de reservas del hotel.

Llegada al hotel y check-in
El Mirasierra Suites Hotel no es un hotel céntrico. Situado al norte de Madrid, puedes llegar tranquilamente en tu vehículo a un paso de la M-30. La zona es residencial y tranquila, apartada del bullicio del Barrio de Salamanca o el centro neurálgico de la capital. Tiene facilidad para poder detener el coche y hacer el desembarco de pasajeros y equipaje sin tener que estar pendiente de la doble fila o de las obstrucciones del tráfico. Rápidamente un botones nos recibió, nos ayudó con el equipaje y, amablemente, nos aparcó el coche en el garaje propio del hotel.

Fachada del hotel


La entrada al hotel es sorprendente. De una arquitectura moderna, planta semicircular, destaca la amplitud de espacio que confiere. Da la sensación de no tener techo y el cristal -muy utilizado- aporta luminosidad y claridad a toda la estancia.

Entrada del hotel. Ese no es mi vehículo pero creo que está a disposición de los clientes


La recepción y el concierge se encuentran situados a la izquierda, una vez pasada la puerta giratoria electrónica, muy bien regulada.
El check-in fue rápido y eficaz. Tengo que afirmar que uno de los mejores sabores de boca que me dejó el hotel fue la eficacia y amabilidad de su equipo de recepción.

Lobby del hotel


Lobby del hotel. Otra toma


Una vez que nos proporcionaron las llaves (las tipo tarjeta), mi acompañante y yo subimos al sexto piso por el ascensor acristalado donde percibes, de manera clara, la amplitud de espacios de la que hablaba al principio.
Si tuviéramos que quedarnos con una característica de la habitación "classic suite" -esta era la nuestra- del Mirasierra Suites, sería su amplitud. Es verdaderamente una suite. Hay que observar que en este hotel, todas las habitaciones son tipo suites, como su nombre indica. De hecho, la "classic suite" es la más básica de la gama de habitaciones del hotel.

Zona de cocina. Sólo yo he podido hacer esta foto. Lo siento
 
A la derecha de la puerta de entrada se disponía un mueble alto con fregadera, microondas y almacenaje para menaje de cocina. En la parte baja se encontraba el minibar, bien dotado y con posibilidad de fabricar hielo.
Una mesa amplia con cuatro sillas a modo de salón comedor, estaban situadas a continuación y, en el otro extremo un sofá y una mesita de apoyo.

Zona de estar

Separado por puerta corredera, se encontraba el dormitorio con una cama amplia, tamaño king, de comodidad relativa. Un mueble giratorio albergaba el televisor. El mobiliario, siendo eficiente, no destacaba por su diseño ni material.

Dormitorio


El baño, muy amplio estaba formado por una primera estancia donde estaban los lavabos y justo detrás un mueble vestidor muy bien compartimentado. Separado por puerta, abocábamos a la estancia de la bañera y, en dos apartados diferentes se encontraban el inodoro y el bidé, en uno; la ducha en otro. Con todo, el baño, tenía dos entradas posibles, o bien desde la misma sala de estar, o bien desde el dormitorio. Las toiletries eran bastante baratas, todas con el emblema del hotel. La presión de la ducha era muy buena, las toallas y ropa de baño me gustaron. La bañera, muy amplia y de fácil acceso.

Amplio baño

Toiletries


Excepto el del baño, el suelo era de engorrosa moqueta. Las vistas de la habitación eran a la calle, cosa que agradezco, no soporto esas vistas interiores a tubos de hojalata y maquinaria oxidada por las cacas de los pájaros.

Vistas desde la habitación.


En fin, una buena habitación pero sin ningún detalle especial. El servicio de turn-down es simplemente aceptable. No reponen todas las toiletries; sí en cambio, las toallas.
El Mirasierra Suites Hotel es un establecimiento que de catalogarlo en un sector -no me gusta eso- lo pondríamos en el de hotel de negocios. Es un hotel urbanita, atrapa-japoneses, cómodo y confortable. Pero si usted busca el lujo por el lujo, el servicio absolutamente exquisito, no es su tipo. Es más, en Madrid, si usted busca eso, como no visite el Villa Magna o el Ritz, no crea que hay mucha más oferta. No obstante, la relación calidad-precio me parece muy buena.

Instalaciones del hotel
Madrid siempre ha sido y será para mí, la ciudad paradójica. No puedo vivir sin ella pero en ella tampoco. La capital de España es, sin duda y, científicamente comprobado, la ciudad más calurosa del país. Por ello, las terrazas de verano que tanta fama tienen, me inspiran terror y nervios que, sólo de pensarlo, me incitan al sudor de axilas y al agobio existencial. Da igual que sea de día o de noche. Esos chorros de agua difuminada de algunas terrazas que lo único que consiguen es intoxicar mi aperitivo, enfrían menos que el culo de una momia. Cuando se está a 45 grados, o lo mitigas con un aire acondicionado potente, o te metes, de entero, en el agua fría. Lo demás son chuminadas. Si a las once de la noche, estás a 35 grados, no estoy exagerando ni un pelo, no hay gin-tonic que siente bien. En fin, perdón por el lapsus. El Mirarierra Suites posee una terraza amplia y cómoda para poder tomarte un buen cóctel antes o después de cenar, a la par que te echas un pitillo. Amplia variedad de licores y buen surtido de cócteles a precios razonables. Dicha terraza, conecta con la piscina del hotel en la que me quiero detener.

Biguine Lounge

Es de planta circular. A simple vista, muy coqueta pero muy traicionera cuando la usas. De dimensiones bastante grandes, para ser un hotel urbano, no haces pie en ningún momento -salvo que seas Tachenco-. Por tanto, tiene un "efecto pozo" que como no nades como Johnny Weissmuller, mejor que no te separes del borde.

Piscina

Aunque ya saben mis lectores que no me gusta entrar en las decisiones internas de la dirección del hotel, nunca, en mi vida, he visto una piscina tan mal gestionada. En primer lugar, ahí se bañaba hasta Perico el de los palotes o mi tía Rufa de Cuenca. Eso de dejar entrar a cualquiera que no sea huésped del hotel, me parece una desfachatez. Pero ya les digo, usted seguro que pasa por delante del hotel, lleva bañador; se mete dentro y, ¡ala, a nadar! Además, las tumbonas eran absolutamente insuficientes para la cantidad ingente de personas que intentábamos sobrevivir a 55 grados un día de agosto en Madrid. Sí, ya lo sé, soy un estúpido. Qué pintaba yo en el mes de agosto en Madrid. Pues que les voy a decir, tuve que ir por asuntos familiares.
Continuando con la piscina, un socorrista -por llamarlo de alguna manera- estaba en todo momento sentado a la sombra de una sombrilla con un bañador "tipo nadador", apretado. No paraba de observarme detenidamente -y fíjense que éramos millares- y continuamente bebía para hidratarse. Una especie de Fernando Esteso pero en guapo.
La zona de la piscina tiene un bar con un servicio aún peor que la piscina. En mi vida he visto a unos camareros tan groseros. Alguno hasta echaba piropos a una chica, otro criticaba a un cliente italiano (bueno eso de cliente no se si de hotel o sólo de piscina), otro miraba de arriba a abajo a unas chicas que tomaban el sol. Bueno, un auténtico desastre. La zona de la piscina del Mirasierra Suites Hotel necesita mejorar. Sin duda, lo peor de mi estancia de tres noches en el hotel.

El Spa, a la misma altura que la piscina exterior, está en un recinto anexo a la misma. Su piscina de tratamiento es bastante amplia y la carta de tratamientos, sin probar ninguno, no me pareció mala. 

Spa Wellness


Bares y Restaurantes
Sólo un soplapollas, y que me perdone la dirección del hotel, probaría el restaurante del hotel estando tranquilamente en Madrid, si no es por necesidad. Por ello, no puedo decir nada del restaurante del hotel "El Verdil". Me sorprendió positivamente la carta de sushi.
Sí que alabo cómo gestionan los desayunos. Buenos productos, variados y mesas y sillas muy cómodas. Existe la posibilidad de poder desayunar en la terraza, algo muy de agradecer para los fumadores. El zumo de naranja era fresco y natural, diversa variedad de panes y quesos; todo bien servido y con agradable personal, sobre todo el femenino.

Foto de "El Verdil". En él también se sirven los desayunos


Sí que utilicé numerosas ocasiones la maravillosa terraza del hotel, la "Biguine Lounge", del hotel. Muy bien servida, con sillones y sofás comodísimos, con fuentes de agua que dan serenidad al ambiente. Los combinados están bien hechos y a unos precios muy atractivos.

Check-out
Vuelvo a repetir que el mejor sabor de boca del hotel me lo llevé del equipo de recepcionistas. Muy rápida y eficaz la salida, todo correcto en la factura y trato amable y agradable. El coche ya nos estaba esperando con el equipaje dentro.

Como nota final, comentar que el Mirasierra Suites Hotel es un buen hotel, si bien está enfocado a negocios por su ubicación y amplitud y número de salas de reuniones. Cerca hay una parada de metro y justo enfrente del hotel pasan dos líneas de autobús urbano. Con todo, no es el hotel perfecto para visitar Madrid pero sí lo es si se pretende conseguir los servicios y las instalaciones de un buen hotel a un precio no pecaminoso. No se puede tener todo.

martes, 8 de noviembre de 2011

Los rusos de la piscina




Tengo cierta manía a las vestes de rusos que invaden nuestros hoteles durante todo el año. He aquí lo que me sucedió este verano en un hotel mientras pasaba unos días de descanso con mi acompañante y nuestro hijo. Mi acompañante es mi mujer a la que adoro y le fastidia un pie que le llame acompañante.

En el área de la piscina intentaba a toda costa que mi niño no hiciera muy a menudo lo que es consustancial a su naturaleza por genética; me refiero a gritar. En ello ponía todo mi empeño, intentando distraerlo pero no tanto que llegara a exaltarse y, por tanto, proferir el desagradable grito, no de aburrimiento o dolor sino de júbilo y diversión (que es el más agudo y llega a hacer sangrar los oídos). Pues bien, todo iba muy bien, incluso los señores ancianos del sector izquierda sonreían tenuemente como dando a entender que el niño no les estaba molestando. Yo, intelectualmente agotado por el esfuerzo, continuaba distrayéndolo para que esos señores ancianos y los obesos del fondo pudieran seguir tumbados cual féretros al aire. Pero todo empezó a cambiar cuando una familia de rusos acampó en la piscina. Llevan escrito en la frente que son rusos. Suelen viajar en familias, por no decir castas, de entre 10 y 20 personas, campan por las instalaciones del hotel como un chimpancé por los árboles sin importarles ni el señor obeso del fondo ni su puñetera madre. Los niños de las familias rusas tienen la misma educación que los monos de los que hablaba antes. Se tiran a la piscina de bomba intentando caer lo más cerca posible de tu posición, para joder, claro. Comen y beben a todas horas y en todo momento. Las señoras suelen estar todas operadas de estética, sobre todo pechos y zonas celulíticas; y utilizan un tinte de pelo tan rubio que aún hoy el Csic se pregunta por su componente químico.

Yo, que soy un gilipollas, me quedo con cara de apavado al ver cómo los padres de los niños rusos ni siquiera están mínimamente pendientes de ellos mientras que yo, estoy totalmente pegado a pespunte en todo momento a mi churumbel, intentando que no haga el más mínimo ruido. Mi acompañante  -que sí, que te quiero mucho, mi vida- que es bastante más realista, me mira con enfado como diciendo; imbécil, mira tú que no haces otra cosa que intentar que el niño no haga ruido y mira los rusos como salpican los energúmenos de ellos.

Cualquier niño de menos de 8 años y cualquier ruso (sea cual sea su edad) tienden por naturaleza a ocupar por completo la zona de la escalera de acceso o salida de la piscina. Casi tuve que pedir auxilio al socorrista para que me sacara de la misma ya que no había manera de que te dejaran subir un momento por ella. No poseo la suficiente fuerza de brazos como para poder abandonar el agua desde el borde sin escalera. Yo creo que no saben nadar y eso les da seguridad. De lo que sí estoy seguro es de su falta de educación al ocupar constantemente la zona de la escalera y, por supuesto, les importa un pimiento que el resto tengamos que utilizarla para entrar o salir del agua.

Cuando, por fin, la familia rusa salió del agua, le piden al camarero unas fuentes de fruta que comienzan a devorarla con las manos, como los gorilas. Las pepitas de algunas frutas eran escupidas groseramente al suelo y la toalla era utilizada de babero-servilleta.

Por fin, cayó la tarde y pudimos abandonar la zona de guerra y refugiarnos en la habitación del hotel.

A la hora de la cena, tuvimos la gran mala suerte de volvernos a encontrar en mesas casi contiguas. Reconozco que tengo mal fario y que el destino me los pone siempre lo más cerca posible. Todos, en una enorme mesa corrida gritaban como los indios apaches, sin importarles un bledo el resto de los comensales de las mesas restantes. El pater familia se pimplaba un puro entre plato y plato, de esos que tienen el tamaño de un pepino -era una terraza-. Una de las hijas, no tendría más de quince o diecisiete años, llevaba un escote inexistente -es decir, casi las tetas al aire-. El vino que pidieron era Vega Sicilia. Sólo los nuevos ricos piden un vino así para una cena común. Los platos, miles y miles, según llegaban a la mesa, eran retirados por los camareros. En definitiva una caricatura de orgía barata pseudoromana plagada de estupidez y chabacanería. Les aseguro que el precio del cubierto -sin ostentosidades- de ese restaurante era muy elevado. No me quiero imaginar la factura que les tuvo que llegar. Pero a ellos se la suda, sacan seis o siete billetes de quinientos y a vivir que son dos días. Bien, lo voy a dejar porque me exacerbo.

Todo ello me dio que pensar. Les aseguro algo. En mi blog he hablado varias veces sobre la mala educación de los españoles en comparación con otros europeos, sin incluir los rusos que esos están fuera de medida alguna. Pues bien, después de varias anécdotas como estas y de haber coincidido con familias españolas en los mismos lugares que me he encontrado con estos rusos, debo afirmar que los españoles somos los más educados. Matizo, los maleducados son muy maleducados pero los educados son los más educados. Aquí, todos deberíamos aprender. Bueno, todos  todos, no. Los rusos continuarán invadiéndonos y gastando su dinero a espuertas, -al menos no se resentirá nuestro sector hotelero- dinero que sinceramente, siempre me he preguntado de donde sacarán. Bueno, en el fondo, me importa un rábano, justo el mismo que les importo yo y el resto de huéspedes que coincidimos con ellos en un hotel.

viernes, 28 de octubre de 2011

La carta de almohadas







Vamos a ser sinceros, la carta de almohadas de un hotel es ese servicio que, hoy en día muchos ofrecen pero pocos quieren que sea demandado por el huésped.
Yo, como dicen los de pueblo, padezco de cervicales. Es mi punto débil y, cuando entran en acción las puñeteras, tengo que drogarme con una mezcla explosiva de ibuprofeno, naproxeno y varios enos más -incluidas las sales de frutas- que me dejan absolutamente grogui y con el estómago mas chungo que un cliente de esos restaurantes que Gordon Ramsay intenta reflotar. No hay omeprazol que contrarreste mi ingesta de enos.

Por todo eno, doy mucha importancia a la cama a la hora de dormir. Ya hablé hace un tiempo sobre los diferentes tipos de cama de un hotel. Pero una cama no es nada sin una almohada que la apoye y acompañe; ambas deben formar un matrimonio bien avenido e indisoluble, colaborando estrechamente entre sí.
Pocas, muy pocas veces he dormido en un hotel con una almohada que me convenza de verdad.

Muchos, a la hora de vestir la cama utilizan docenas de cojines y almohadas que, si no esperas al servicio de turn-down, te lleva media hora ir quitándolos todos hasta desnudarla. Otros hoteles, en cambio, le dan la misma importancia a la almohada que al proceso de oxidación del hierro y te dejan caer una sola con menos relleno que el sujetador de la Barbie. Otros, en el lugar más recóndito de la habitación, justo debajo de un libro, de esos grandes y decorativos, depositan la carta de almohadas para evitar que un estúpido cliente como yo pegue el coñazo. Otros te ofrecen una carta con veintisiete tipos diferentes pero todas, al final, son iguales. Lo único que consiguen es que no te aclares. En fin, después de tu pareja, lo más personal que tiene el ser humano es su almohada y algunos invierten los términos. Por tanto, no es de extrañar que sea difícil conseguir que un cliente acabe absolutamente satisfecho con el tipo de almohada.

Los diferentes tipos de almohadas podríamos catalogarlos en.

La almohada nube: Es esa que cuando la ves parece altísima pero que cuando apoyas la cabeza se va deshinchando como un balón de playa hasta casi, llegar a fundirse con el colchón.

La almohada hiperergonómica: Es aquella que parece estar diseñada por Ferrari con materiales extraterrestres pero, como no estás acostumbrado a dormir en ella, la primera noche te acuerdas del momento que decidiste no quedarte calladito y utilizar la carta de almohadas.

La minialmohada: Es esa que mide 10x10 cm. y que no te da ni para apoyar el lóbulo de la oreja. He visto algunas de estas en varios hoteles. Parecen algodones desmaquillantes, mas que almohadas.

La "papel de fumar". Es esa que no te das cuenta que está en la cama hasta que te acuestas. Es tan fina que se disimula con el colchón.

La almohada hipoalergénica. Es la que está hecha con materiales y tejidos tan complicados que, si bien es cierto que son apropiadas para alérgicos, ni los ácaros quieren dormir encima de lo incómodas que son.

La almohada cojín. Pues eso. Es la que cogen el relleno de un cojín y le ponen una funda de almohada. Menuda tontería. Pero son muy comunes.

La almohada alta y dura: Es la que jamás encontrará en ninguna carta de almohadas de ningún hotel. Es mi preferida.

jueves, 13 de octubre de 2011

Marbella Club Hotel, Golf Resort & Spa. Marbella










Web
Cualquier persona que actualmente esté barajando la posibilidad de acudir unos días al Marbella Club Hotel, Golf Resort & Spa  debe saber que le espera mucho más de lo que de su web se desprende. Tiene un diseño muy limpio y ordenado. En primer lugar, el MCH es un Resort de playa como la copa de un pino y, aunque es cierto que así es nombrado en la bienvenida de la web, se debería resaltar más dicha característica. Las fotografías, estando muy cuidadas resultan más decorativas que atractivas puesto que los servicios del MCH son absolutamente espléndidos y numerosos como veremos a continuación.
La reserva está gestionada a través de "yourreservation.com", como saben es una de mis preferidas. En el caso que nos ocupa reservé una habitación ejecutiva a través de la central de reservas "The Leading Hotels of the World", a la que pertenece el hotel, de manera telefónica. Sólo dos noches. Por desgracia, no había tiempo para más.

Llegada al Hotel y Check-in
Llegamos a Marbella, en el caluroso mes de agosto en nuestro vehículo particular. Al GPS no le costó mucho trabajo dirigirnos al MCH, situado en plena Milla de Oro, entre Marbella y Puerto Banús, a un paso de ambos. El MCH, como suele pasar con los verdaderos hoteles de lujo, no es un hotel a la manera tradicional. Me explico. La entrada con el vehículo, a través de un frontal como de templo grecorromano da paso a un pequeño aparcamiento exterior a la derecha y, a la izquierda, una semi-rotonda para parar los coches y bajar el equipaje. Posteriormente, se encuentra el edificio principal con recepción al frente. En el MCH no hay parking subterraneo; y, aunque es un poco sálvese quien pueda, dejas el coche -si a la cantidad ingente de Ferraris, Porches, Maseratis y Rolls Royces se les puede llamar coches- en los lugares de aparcamiento situados a lo largo de los múltiples edificios de los que consta el hotel. Pero ello le confiere una sensación de hogar muy particular que me encantó.

Recepción


Eran las doce de la mañana cuando realizamos el check-in. Con una amabilidad muy detallista pero sin ápice de servilismo barato, Paco, nos atendió correctamente. Como saben, a esa hora, aún es pronto para la entrada, totalmente comprensible si añadimos mitad de agosto y hotel completo. Pero en dos minutos, Paco, realizando un par de llamadas, sin que nosotros oyéramos su contenido -como debe ser-, nos entregaba las dos particulares llaves de nuestra habitación. Muy agradecido por el detalle.

Llave de la habitación.

El MCH, como decía, posee 121 habitaciones y suites y 14 villas de varios dormitorios con tradicional estilo andaluz, algunas con piscina privada. No es un hotel, por tanto, gigantesco en cuanto a su número, como sí lo es su vecino -o mejor dicho, primo hermano-, Puente Romano. Pero no posee un único edificio sino que son varios los que, repartidos por la gran extensión de terreno de la propiedad, más de 40.000 metros cuadrados, se van distribuyendo las diferentes habitaciones. La entrada del hotel dista andando a unos cinco agradables minutos de la playa. Es en todo ese camino donde se sitúan  los pequeños edificios de habitaciones.

Camino que comunica la playa con la entrada.  Foto cedida por cosasdeja


Absolutamente todo, está inundado de flores y plantas. Podemos afirmar sin equivocarnos que el MCH es un auténtico jardín subtropical que -créanme lo que les digo- proporciona un verdadero y magnífico microclima.

Detalle de los caminos del hotel. Foto cedida por cosasdeja


El hotel, como es ya archiconocido por todos, fue inaugurado a mitades del pasado siglo por el príncipe don Alfonso de Hohenlohe, precursor de lo que es la actual Marbella y fallecido en 1993. Sin duda es el centro neurálgico de la crema de la "high society"; empresarios, aristócratas, estrellas del espectáculo y, como no, jeques árabes con cohorte incorporada. En definitiva, sin duda, el MCH es, en boca de su fundador, un pequeño paraíso sobre la tierra; frase que viene recogida en el libro, preciosamente editado "Marbella Club, los primeros 50 años" y que está a la venta en el hotel.

Entrada con un vehículo (por llamarlo de alguna manera). Foto cedida por cosasdeja



Otra toma de la entrada. Foto cedida por cosasdeja


La habitación
Una vez realizado el check-in, un mozo nos condujo en un boogie hasta nuestra habitación. La utilización de boogies es una razón por la cual el MCH es un resort. Aunque, perfectamente se puede ir a cualquier sitio andando, estos coches eléctricos con conductor están a disposición de los huéspedes para trasladarse de un lugar a otro dentro del hotel.

Detalle con boogie. Foto cedida por cosasdeja


Centrándonos en la habitación, sólo puedo catalogarla de excepcional. Antes de seguir, un inciso. Recelen, por favor, de algunas de las críticas de webs como TripAdvisor donde aparecen entradas de clientes que pasaron por el hotel hace cinco, seis o más años. En primer lugar, en ese tiempo, un hotel es capaz hasta de cambiar de ubicación; hay tiempo para mejorar, aprender de los errores, renovar habitaciones, etc. Esto que afirmo vale para cualquier hotel y, por tanto, para el MCH también.

Continuando con la habitación, el edificio donde estaba ubicada distaba más o menos a mitad de camino entre la entrada al hotel y la playa. La llave, muy original, era como una tradicional pero codificada electrónicamente.

Pasillo de entrada de la habitación


Nada más entrar, un largo pasillo abocaba en el dormitorio y a mitad del primero, se encontraba el baño junto a un amplio y eficiente vestidor muy bien compartimentado.
El dormitorio tenía cama tamaño king con dosel. El suelo era de baldosa y la tonalidad del mismo y de las paredes eran de un beige claro muy confortable y acogedor. Pero fue la sensación de auténtico frescor lo que más me sorprendió al entrar.

Cama con dosel


El aire acondicionado era perfecto, muy silencioso y altamente potente. Un armario, de la misma tonalidad, albergaba la televisión con un sistema de corredera para poderla ubicar en varias posiciones y, abajo se encontraba el frigorífico con el minibar muy completo y ordenado. En una esquina de la habitación se encontraba una pequeña mesita redonda donde un mini-ordenador portátil estaba situado encima. Me gustó mucho esta amenity ya que con este aparato, podías acceder a un sin fin de servicios del hotel. Podías reservar mesa en cualquier restaurante, reservar tratamientos del spa, comprar accesorios del hotel; incluso hasta realizar tú mismo el check-out; si bien es cierto que en esta aplicación creo que aún estaban en pruebas y las cantidades numéricas no aparecían del todo clarividentes.

Detalle del mueble del minibar y el ordenador


Enfrente del mueble de la televisión se disponía una mesa de cristal baja y un sofá cómodo a modo de salón, todo ello entre dos lámparas de mesa preciosas y una magnífica orquídea blanca decorativa. Toda la habitación disponía de tomas de electricidad suficientes. Nada más descorrer las cortinas, nos llevamos la agradable sensación de la terraza.

Sala de estar


Dos tumbonas se disponían en ella junto a una mesa con dos sillas para poder fumar relajadamente. Ya saben mis lectores que soy fumador empedernido pero detesto hacerlo dentro de las habitaciones, por tanto también dentro de mi propia casa. Es una falta de respeto para con los que no fuman.

Vista desde la terraza. Al fondo, la piscina


Bien, la terraza tenía acceso directo a una de las dos piscinas del hotel, exactamente a la de agua dulce, situada en la parte más lejana a la playa. En fin, un oasis de comodidad.

Detalle de las tumbonas de la terraza

Detalle de la mesa con sus sillas de la terraza


Pero el baño se lleva el gato al agua. Amplísimo, con lavabo de dos pozas de mármol y grifería de estilo antiguo.

Lavabos


Las toileties, sin embargo, no llegaron a convencerme del todo. De la firma Arran Aromatics, sólo tenían un pequeñito envase de gel, que a su vez también era champú. El resto de envases eran de body lotions y hair aconditioner y chuminadas varias que, sinceramente no me interesan. Las pastillas de jabón eran de la firma Aigner. Sería conveniente disponer algún bote más de gel y champú, que sinceramente he de decir que me encantó. Tuve que pedir en alguna ocasión al servicio de habitaciones que me proporcionaran algo más puesto que con tanta piscina y spa, te duchas varias veces al día. Un tarrito de 50 ml. de gel y champú es altamente insuficiente para dos personas; aunque hay que decir que se reponía en el turndown. El espejo de ducha estaba justo donde debe estar, no haciendo falta -por tanto- ser contorsionista de circo o medir 1,50 m. para no sufrir graves accidentes con el afeitado.

Detalle de las toiletries


Justo enfrente de los lavabos se situaba la bañera, enorme y muy accesible. No la utilicé. En otra estancia del baño aparte, se encontraba el inodoro, el bidé y la ducha. Esta última absolutamente impresionante. Muy amplia, con un chorro de ducha perfecto, regulación de la temperatura correcta, sin posibilidad de patinazos ni resbalones puesto que el suelo era rugoso.

Detalle de la bañera

Para acabar con la habitación, tan sólo hablar del vestidor que ocupaba de techo a suelo una pared completa. Todo compartimentado con estantes, cajones y armarios; la caja fuerte estaba situado en uno de ellos. He de incidir, en mi manía con las aperturas de las cajas fuertes que nunca me he encontrado con una tan sencilla. Tan sólo introducir el código y ya está. Se cerraba sola. Lo único que eché en falta en el vestidor fue una bolsa de esas que tienen el emblema del hotel, muy cómoda para ayudarte en tu salida del mismo.

Ducha, bidé e inodoro en una estancia separada

Amplio vestidor

Amplia y sencilla caja fuerte camuflada dentro del armario



Por ser miembros de The Leaders Club, tuvimos el detalle de la carta de bienvenida del director del hotel y un estuche con el logo del hotel que albergaba una botellita de fino con dos copas. Muy buen detalle. Por cortesía del hotel, unas almendras saladas y una botella de vino de Cortijo Las Monjas, envasado expresamente para el hotel ya que en la etiqueta aparecía Príncipe Alfonso de Hohenlohe. Junto a ella,  una botella de agua, agua que por desgracia no se reponía diariamente en el turn-down. Y algo muy importante, el desayuno -que no estaba incluido en el precio- es una cortesía para los miembros access de dicha central.

El Beach Club y los restaurantes del hotel.
Mención independiente debo hacer a lo que, a mi juicio, es la guinda del MCH. Ubicado, como señalaba anteriormente en el extremo opuesto de la entrada del hotel, no puedo afirmar con rotundidad si está cerca del mar o si el mar está cerca de él. La simbiosis es absolutamente perfecta. La piscina de agua caliente de mar (como debe ser) es impresionante. Cuenta con un acceso para torpes como yo, que no sabemos tirarnos de cabeza. Todo está cubierto de una vegetación frondosa y cascadas de agua confieren una serenidad y un ambiente absolutamente relajante. A la llegada, el encargado del Beach Club, un señor no muy alto y con bigote (que me perdone por una descripción tan barata, no recuerdo su nombre), muy amablemente nos entrega una toalla (aconsejo leer este post) y nos abre una sombrilla en el lugar que elegimos.

Perfecta piscina del Beach Club con su restaurante al fondo. Foto cedida por cosasdeja

El sistema de sombrillas me parece muy adecuado ya que los agujeros están hechos en el suelo sin tener, por tanto, que mover ingentes cantidades de peso para trasladar dicha sombrilla al lugar exacto que el cliente -receloso del sol, como es mi caso-, desea. Este señor me preguntó, como debe ser, el número de mi habitación, gustosamente se lo di. No me lo volvió a pedir pero cuando, un día y medio después le pedí el favor de que me ayudara a reservar una mesa en el Mc Beach, cual fue mi sorpresa  que se acordaba perfectamente del número de mi habitación. Esos detalles valen su peso en oro.

Beach Club. Foto cedida por cosasdeja


La sensación en todo momento del Beach Club es la de tranquilidad, ya estés en las tumbonas de la piscina o de la playa, que son gratuitas. Bueno, lo de gratuitas en el MCH en pleno agosto es un decir, pero ya me entienden. En ningún momento tuve sensación de masificación o de agobio. Y les hablo de temporada alta, por tanto en el resto, imagino que aún será mejor.

El mar en el hotel o el hotel en el mar

Juzguen ustedes. Foto cedida por cosasdeja


En el mismo recinto de la piscina del Beach Club se encuentra su muy conocido buffet internacional. No lo probé  puesto que me hacía más ilusión comer en el Mc Beach, un auténtico chiringuito de playa pero no de mantel de papel y camareros con palillo en la boca. Espetos de pescado riquísimos, asados al momento se pueden disfrutar en mesas muy bien vestidas y unas sillas realmente cómodas. A mi juicio, el mejor lugar para comer o cenar de una manera informal en verano.

Detalle del McBeach


Del resto de restaurantes del hotel, poco puedo hablar; la verdad. Ya les he comentado que mi estancia sólo duró dos días y, como alma de dominguero que tengo, no pude resistir fundirme con el ingente turismo del milimétrico Puerto Banús, donde aproveché para cenar. No probé, por tanto, el famoso Grill pero espero poder hacerlo la próxima vez que visite el MCH.

Marbella Club Thalasso Spa
El Spa del MCH no es muy grande. Pero no por ello deja de ser un gran centro. A muchos establecimientos se les llena la boca afirmando que cuentan con 2.000 o 3.000 o más metros cuadrados. Éste no sé si llega a 1.000. Pero está muy bien aprovechado. La piscina de tratamientos, con preciosas vistas al mar, es muy grande. Los vestuarios, correctos. La zona de sauna y baño turco, muy bien cuidada, con infinidad de toallas y productos de baño. La sala de relajación, anexa a la piscina -no nos olvidemos que de agua de mar- también dispone de maravillosas vistas al mar. Una docena de cabinas de tratamiento muy amplias y confortables. Menú de tratamientos amplio y ejecutado por verdaderos profesionales.
En fin, muy buen servicio por parte de su front-office y, como una nota a mejorar, cuando alguien está en la piscina de tratamientos, todos los chorros deben funcionar en todo momento; no valen aquí los temporizadores para ahorrar energía.

Piscina del Spa


Algunas instalaciones y servicios más del Marbella Club Hotel
Si mal no recuerdo, desde hace alguna temporadas, el MCH, cuenta con un Kid´s Club. El Lions Club -me encanta su nombre- es un espacio grande situado en pleno centro del complejo con unas muy buenas, vigiladas y seguras instalaciones. El hotel estaba lleno de niños, y se agradece mucho que en los meses de temporada alta, un servicio como este esté a disposición de los huéspedes. Aunque el Beach Club cuenta con una piscina para niños, el Lions Club dispone de otra aún más adaptada para los más pequeños. Amplio espacio vallado para esparcimiento, y una habitación con juegos, videojuegos, pinta y colorea. Todo ello junto a un sin fin de actividades como Kayak, cocina, búsqueda del tesoro, etc. que organiza perfectamente su director; creo que se llama Guy, forma la amplia oferta de diversión del MCH para los más pequeños. Esta vez no viajé con niños pero el director del Lions Club nos enseñó sus instalaciones ya que, Dios mediante, volveremos con la familia.

Poco he hablado de la piscina de agua dulce del hotel. Esta, ya no situada justo al lado de la playa, está rodeada de tumbonas para tomar el sol y, en su extremo, se sitúa el Pool Bar. Posiblemente, en algunas horas -sobre todo por la tarde- de temporada alta, está más frecuentada con familias con niños pequeños. Posee también un fácil y cómodo acceso y está muy bien atendida.

Piscina de agua dulce. Foto cedida por cosasdeja

Pool Bar. Foto cedida por cosasdeja


El MCH es, como su propio nombre indica, un Golf Resort. Cuenta también con un Centro Hípico. Yo no practico ninguno de esos deportes pero el hotel dispone de un servicio de traslado desde y hasta dicho centro. Quiero ser lo más sincero posible. Marbella y su entorno poseen hoy en día una privilegiada oferta hotelera de lujo. Quizá los dos hoteles que más sombra puedan hacerle sean el Villa Padierna y la Finca Cortesín -aunque este último no esté en la misma Marbella-; no hablo de su primo hermano, el Puente Romano, que lo considero como si de una unidad se tratara. Créanme. Salvo la comodidad para acceder al campo de golf, elijo el MCH. Y es que él sólo tiene el mar dentro del hotel. Eso vale su precio en oro. Y creo que ese es el verdadero motivo por el cual el MCH posee los precios más altos de todos. El que algo quiere, algo le cuesta.

El servicio de turn-down muy eficaz. Realizado justo en el momento en que debe hacerse y no a horas intempestivas. Reposición de toiletries a excepción de las pastillas de jabón. Reposición de toallas usadas. Se echaba en falta, como he dicho antes, la reposición diaria de agua (nunca me ha gustado que me cobren por el agua y menos en los hoteles de lujo). 

Aunque ya he mencionado el buen servicio y trato recibido por el equipo de recepción del hotel, debo resaltar también la figura de Álvaro, creo que posee algún puesto de dirección en el front-office. Nos explicó pacientemente todas nuestras dudas relacionadas con una futura estancia con nuestra familia en el hotel. Además, contemplé como soportó perfectamente las embestidas de una huésped recién llegada (eran las once de la mañana) con un batallón a su lado de maletas de Louis Vouitton y dos niños trepando por los sillones de recepción. La señora, con unas gafas de sol parecidas a las de Dar Vider,  increpaba de manera muy grosera por no tener preparada a esa temprana hora la habitación. Se le dio la posibilidad de otra mientras la suya se preparaba, pero ni con esas. En fin, una anécdota de las mil que puede contar cualquier personal de recepción.

Me encontré durante mi corta estancia en el hotel con innumerables personalidades de la farándula española. Así que si es usted un curioso empedernido, se lo pasará bien. No diré, obviamente, de quien se trata; me parece de zafios dar nombres de famosos hospedados en un hotel sin su consentimiento.

Check-out y salida del hotel
Nada más telefonear a recepción para que fueran preparándonos la salida, un boogie con un botones aparecía en nuestra puerta para recoger las maletas y transportarnos hasta recepción. Absolutamente todo en regla en la factura, muy amable el trato a la salida; con rapidez pero sin dar sensación de que te echan. Cuidando hasta el mínimo detalle, pidiendo disculpas porque el datáfono no funcionaba bien y me hicieron desplazarme hasta otra esquina para utilizar el otro.

En fin, corta pero maravillosa estancia en uno de los grandes resorts de playa europeos.