¿Qué pretende este blog?


Mi blog pretende realizar una crítica, lo más completa posible, de los principales hoteles europeos, así como proporcionar instrucciones y usos de protocolo y buenas maneras tanto a los profesionales del sector como a los huéspedes de los establecimientos. Como se observa, todo está basado en la independencia que me caracteriza, no perteneciendo a ninguna empresa relacionada con este mundo. Soy un consultor independiente. Personalmente he visitado cada uno de los locales de los que hablo en este blog.
Es mi capricho, del que llevo disfrutando varios años y quiero poner mis conocimientos y opiniones a disposición de todo aquel que quiera leerlos.
La idea surgió al no encontrar nada en la red - ni siquiera en inglés - sobre auténticas críticas de hoteles, al margen de comentarios de clientes enfadados que "cuelgan" sus quejas en distintas webs como un simple "derecho al pataleo" sin intento alguno de asesorar, construir o mejorar.
Muchas gracias por vuestra atención y colaboración.

miércoles, 10 de abril de 2013

Los niños, los olvidados. La política de niños en los hoteles.



Estoy bastante caliente con este tema al que pocas veces me he enfrentado. Suelo viajar con mi acompañante y sin niños. Pero esta vez, necesito un hotel en Barcelona para una noche con mi mujer y mi hijo de cuatro años. Vamos a una conocida clínica oftalmológica para un problema menor del niño.
Pues me las estoy viendo y deseando para realizar una reserva. Dejo para esta ocasión aparte hoteles como el Mandarin Oriental, Arts, W, Neri y semejantes. Me niego a gastar una millonada para un viaje que no es, por así decirlo, de placer. Voy a relatar las conversaciones telefónicas que he tenido con algunos.

Me da por llamar al Le Meridien ya que está en una zona turística y seguro que al chiquillo le gusta el trasiego. Además, cerca de la Boquería para que su padre se dé algún capricho. Le digo a la amable señorita de reservas que, por favor, me dé precio y disponibilidad para una noche y qué política tenían con los niños. En mi caso particular, no es necesario que tenga cama supletoria; en una cama doble le hacemos un hueco. Bueno, es el mismo niño quien quiere hacerse el hueco. Pues no, tienes que pimplarte 400 euros para una junior suite aunque no le pongas supletoria.

El Bagués ya es rocambolesco. Está al lado del Le Meridien. Estos me dicen que todas las habitaciones son dobles y que, de ir con un niño de cuatro años, lo ponga sólo en otra habitación. O sea que pretenden que un niño de 4 años duerma sólo en un cuarto. Y se quedan más anchos que largos.

Con el Majestic, pues te tienes que ir a la Executive, donde no bajas de los 350 euros, aunque no quieras cama supletoria.

Al final, me parece que me quedaré con el Casa Fuster, un hotel que ya conozco bien a un precio muy recomendable y donde, como creo que debe ser, un niño de cuatro años puede compartir cama con sus padres o usar una cama supletoria. Además, es miembro de The Leading Hotels of the World y, por tanto, desayuno, wifi, upgrade y "late check-out" gratuito por ser miembro de The Leaders Club.

Muchas veces, las páginas web de los hoteles te cuentan hasta el color de calzoncillos del camarero de uno de sus siete restaurantes pero callan como "eso" respecto a la política de niños en el hotel. Unos que te cobran unos eurillos por el "colacado" en el desayuno y los cereales, otros que según les de te los cobran o no; otros que si la supletoria son 100 euros si el niño es gordito, otros que ni te dan posibilidad; otros que si me pica el rabo y así hasta el infinito y más allá. Lo que sea, estará bien hecho siempre y cuando las webs recojan correctamente toda la información. Aunque sean hoteles frikis de esos que hay ahora "free child".

Es altamente recomendable que cada hotel exponga claramente cuál es su política para los niños. Yo comprendo que puede haber familias que al niño de 38 años lo intenten colar sin cama supletoria y que duerma con los padres abrazaditos los tres. O que se lleven al servicio de viaje, padre, madre, dos niños y los quieran meter en una doble sencilla. Todo lo entiendo. Pero un niño de menos de siete u ocho años debería ser tratado de otra manera. Es más, suele estar siempre expuesta la política de mascotas y casi nunca la de niños. El mundo al revés.

miércoles, 27 de marzo de 2013

El baño de la habitación de un hotel




El género humano se divide en hombres y mujeres pero existe otra diferenciación tan absolutamente rigurosa como la anterior. Están los que al entrar a la habitación de un hotel, lo primero que miran es el armario y los que miran el baño de la misma. Sucede que, en esta diatriba, somos muchos más los que miramos primero el baño que el armario. Por ello, podemos afirmar que el baño -en su conjunto- de la habitación de un hotel, es elemento principalísimo a la hora de valorar un hotel de lujo.

Sucede que cada hotel es un mundo. Están las anticuayas, las viejas glorias, los nuevos ricos, los ostentosos, los chichinabos, los boutiques, los de diseño, etc. Todos son tipos de hoteles que podemos encontrar en el panorama internacional de la hostelería. Como hoy en día tiene más importancia el diseñador de interiores de un hotel que el mismo arquitecto o cadena propietaria del establecimiento, cada uno intenta imprimir su impronta en la decoración global del recinto. El baño de las habitaciones, sin ningún género de duda, está dentro de esta creación artística.

Si es Gumersinda Urquiola o Felipe Starck o Pascua de resurrección Ortega, o quien sea; cada uno ve el espacio a su manera y no siempre -por desgracia, casi nunca- utilizan el criterio de la efectividad a la hora de desarrollar sus creaciones.

Un baño debe ser -por supuesto- amplio. No es de recibo un cuchitril donde tienes que entrar de canto si estamos hablando de un hotel de lujo.
Por otro lado, es conveniente dos pozas de lavabo. Existen tropecientos mil diseños de pozas, todas maravillosas pero deben ser lo suficientemente profundas como para que el agua no salpique. El grifo de la misma debe activarse y desactivarse sin necesidad de hacer un máster antes de usarlo. Existen algunos que parecen piezas de museo pero es imposible poner la temperatura al gusto. Por último, debe desaguar con alegría y soltura. Últimamente me estoy encontrando pozas -sobre todo de esas planas- que abres el grifo y parece que está puesto el tapón. Te crea una sensación de agobio supina puesto que al no desaguar y al ver que son tan planas, parece que se van a desbordar. Además luego dejan un ronchón de suciedad muy desagradable.

Continuando con el baño, nos encontramos con la maravillosa ducha. Aquí, solo tengo que dejar este enlace ya que he hablado de ella en otro momento. Lo mismo ocurre con ese artilugio que suele estar cerca del inodoro. También pueden saber lo que opino de él pinchando aquí.

He hablado también de la esmirriada cortinilla de ducha. Pero quiero pararme en la necesaria mampara. Las hay de muchos tipos. Están las inexistentes; son aquellas que no existen. Te duchas y dejas el suelo del baño que parece el Ganges. Claro, es que si ponemos mampara, nos fastidia todo el maravilloso diseño del baño. ¡Váyase a la porra, hombre! Lo principal es no llenar de agua un suelo; lo demás es accesorio. También están las mamparas de libro, o de librito. Algunas tienen una medida tan insignificante que da igual no poner nada. Se encuentran las de ala ancha que para moverlas tenemos que irnos a la calle de enfrente de lo largas que son. Además, al ocupar tanto espacio no tienen ángulo y no valen para nada. De las de plástico, mejor no voy a comentar nada.

Siguiendo nuestro periplo por el baño, nos encontramos con el excusado o inodoro. El plastiquito ese de que ha pasado la inspección de higiene, me parece una idiotez. Si me hospedo en un hotel de lujo ya sé que va a estar eso como los chorros del oro. Por otro lado, la escobilla, ese artefacto que vale para eliminar restos indeseados, se la debería meter el director de hotel por donde le quepa. Es lo más antihigiénico que conozco en un lugar que es usado por una persona diferente cada vez. La solución a los palominos de toda la vida del señor, radica en la caída y presión del agua de la cisterna. Si consigo la correcta, no tendré que utilizar falos accesorios que siempre cuando retornan a su guarro recipiente, dejan la gotita en la taza. Quien no me entienda, con perdón, es que no caga.

Párrafo, cuanto menos, merece la papelera. A ver, ¿Por qué leches deben tener tapadera? Esa puñetera tapa lo único que consigue es hacerme agachar para abrirla, tocándola toda entera. El enganche de apertura de pie, o está averiado o es tan pequeñito que sólo el pie de Cenicienta puede accionarlo. Lo mejor, una papelera, forrada con plástico pero de diámetro generoso.

Debido, como no, al puñetero diseño, me encuentro en ocasiones que no se dónde carajo dejar el tarrito de gel y de champú cuando me estoy duchando. Hay que prever este detalle surtiendo de una pequeña repisa o hueco donde cómodamente podamos dejar estas smellies. En ocasiones, duchándome, he tenido que realizar posturas obscenas para poder mantener el botecito sin que se caiga. Y, hablando de smellies, algo que no dije en la entrada que les dediqué. Es cierto que hoy en día, las marcas nicho de cosmética, perfumería e higiene tienen un poder tremendo. El hotel que pone Ren en las toiletries, de por sí, parece la leche. Pero echo en falta -por melancolía- la personalización de los tarritos con el nombre y el emblema del hotel.

Y cuidado con el agua caliente. En los hoteles, la caldera la tienen instalada en el mismísimo infierno. Intenten regular con precisión el grifo a su gusto. Si es que pueden, claro.




miércoles, 13 de marzo de 2013

AC Santo Mauro. Madrid














Web

AC ha pasado a formar parte de Marriott en todos sus aspectos, incluyendo en este sentido, la web. Por ello, incluida también la "Autograph Collection" de AC a la que pertenece el Santo Mauro, todo se gestiona a través de Marriott. Es una web -a mi juicio- enrevesada y de muy difícil navegación. Incluso su plan de "rewards" es poco intuitivo y complicado. No me gusta. En la actualidad, el gigante Marriott engloba, no sólo a sus subtipos y a los AC. También están dentro los Reanissance y, desde hace poco, los Gaylord americanos. Incluso los Bulgari y los Ritz-Carton, también; aunque estos conservan cierta autonomía. Por decir algo puesto que en ellos no aparece el logo de Marriott ni en la factura.

Quizá, el Santo Mauro, era el único hotel de lujo que me quedaba por conocer en Madrid. Este fue el motivo por el cual, telefónicamente, reservé dos noches en mi última escapada a la capital madrileña.
La gestión de reserva he de afirmar que fue francamente buena. Me indicaron una tarifa especial que incluía desayuno a la carta y no era pre-pago. Digo esto porque la vida da muchas vueltas y no me gusta reservar con el "non-refundable" por si luego te quedas con el culete al aire.

Llegada al hotel y check-in

Llegaba a la una de la tarde a la puerta del hotel. Un taxi nos trasladó desde la estación de Atocha. Una desolación parecida a la del desierto de Almería, nos invadió a mi acompañante y a mí. En la puerta de acceso al recinto no había nadie. Cargando con nuestras maletas, entramos a la propiedad y comprobamos que la entrada al edificio se encontraba a la derecha. Nadie aparecía. Como si fuera un mozo, aupé las dos piezas de equipaje y subí los más o menos, ocho escalones hasta la entrada. Una vez accedido al palacio, comprobé que los dos mostradores que se encuentran, uno a derecha y otro a la izquierda, estaban ocupados. Son ese tipo de mesas con dos sillas de confidente. No hay gilipollez mayor en un hotel que poner sillas para hacer una consulta con el Concierge o realizar un check-in o un check-out. El ser humano, cuando se encuentra rozando su lindo culo con un parapeto que le amortigua, tiende a dilatar cualquier gestión por nimia que parezca. Esto, como casi todo, es opinable. Es muy respetable, por tanto, quien opina que es dar mejor servicio sentar a los clientes para tales menesteres.

Entrada al recinto del hotel

Entrada al hotel


En fin, diez minutos después, nadie nos había dicho nada. Ambas mesas continuaban ocupadas. Una, con un señor italiano que no estaba de acuerdo con su factura. La otra, con una pareja de jóvenes americanos que no se decidían en dónde almorzar. Y digo todo esto porque ambas mesas eran ambiguas, es decir, no estaban delimitadas, una como recepción, otra como concierge. Ello no me parece del todo mal pero ya podemos notar la falta de atención por la que empezábamos a pasar.

Uno de los salones del hotel

Distribuidor del hotel

Otro salón del hotel


Uno de los miembros del staff, y no de recepción, se dignó a acercarse a nosotros. Nos pidió la tarjeta de crédito y el D.N.I. para adelantar nuestra entrada. Sin firmar nada, los miembros de las mesas continuaban sentados, nos acompañó amablemente a la habitación.

El hotel Santo Mauro ocupa un edificio que antiguamente fue residencia de los duques de Santo Mauro, luego lugar de embajadas y, finalmente, hotel de lujo. O así lo pretende. Después de su última remodelación, ocupa varios edificios. Qué casualidad que el mío fuera el más lejano a la puerta de entrada.

Edifico donde se encontraba nuestro dormitorio  (segunda planta)

Emprendimos viaje a la habitación. Primero había que salir al patio central del hotel, muy bonito y bien cuidado. Después de subir y bajar varias escaleras a la intemperie, dimos con el edificio que albergaba nuestra habitación. En el segundo piso, entramos en ella. La impresión, he de decir, fue agradable. Se trataba de una normal, la más básica. Era amplia, con cama tamaño King, un escritorio largo, butacas cómodas y confortables. El suelo era de madera, algo que siempre agradezco en contra del atrapa-ácaros de la moqueta. Una chimenea tapada daba un toque de hogar y una mini ventana de muy difícil acceso confería luz natural al ambiente. La cama, de tamaño king, era muy confortable con buenas sábanas y almohadas. Justo enfrente se encontraba un escritorio corrido donde estaba situada la televisión, el mueble bar -que a diferencia de otros AC, este no era gratuito- y una silla para trabajar. El sistema de calefacción y aire acondicionado, muy eficaz, se controlaba a través de un display digital de pared. Las luces, suficientes, bien sincronizadas para ser apagadas y encendidas todas desde la cama.
En el pasillo se encontraban los armarios, amplios, cómodos y bien dotados de perchas. La caja fuerte era de fácil mecanismo, las zapatillas, de buen tallaje, tenían el emblema del hotel. Se agradece siempre el detalle del calzador así como la posibilidad de que te limpien los zapatos por la noche. Eché en falta una bolsa de cortesía con el logo del hotel. Tuve que pedir que me subieran una a mi salida.

La cama
Rincón de la habitación
Detalle de chimenea, escritorio y minibar
Pasillo de la habitación. Baño a la izquierda, armarios a la derecha
Detalle de zapatillas, calzador, caja fuerte y caja para limpiar zapatos


El baño, aunque no era muy espacioso, no resultaba incómodo. La bañera y la ducha estaban separadas. El olor a cañería se hizo presente durante mis dos días de estancia. Inaceptable. Las smellies eran de Molton Brown pero escasas, en tarritos de 30 ml. Creo haber visto por los pasillos carritos de camareras de habitacones con smellies de Aqua di Parma. Me parece una verdadera grosería que un hotel de lujo diferencie las toiletries según el tipo de habitación. Los albornoces y toallas, de buen paño, secaban muy bien. La ducha, un tanto pequeña en su habitáculo funcionaba muy bien de presión. Unas toiletries complementarias tales como peine, maquinilla y espuma de afeitar y cosas así, se encontraban también disponibles en un carrito de esos baratos con ruedas. Doble lavabo con grifería de hostal barato. Sólo faltaba la pelotita de golf como jabón de manos.

Lavabo de dos pozas
Detalle de las smellies Molton Brown

Bañera


Reservado con inodoro y ducha. Albornoces
Ducha con mampara de vidrio

Detalle del carrito con toiletries varias de AC

Aspectos generales del hotel

Es cierto que mi estancia en el Santo Mauro dejó mucho que desear. Fueron constantes las faltas de atención y de servicio que encontré durante mis dos días de alojamiento. Pero tiene algo que cualquier hotel de Madrid le puede envidiar. Ello no es otra cosa que ser un remanso de paz en pleno centro neurálgico de la capital. Una vez dentro de sus salones, paseando por su patio o tomando un cóctel en su bar, te sientes como fuera del mundanal ruido. Qué lastima que no sepan gestionar hoy en día este hotel como uno de lujo. Más bien, es llevado como cualquier otro AC, frío, distante, sin cuidar los detalles. Fíjense, como nota, que en plena Navidad -esas fueron las fechas en las que me hospedé- no había absolutamente ningún detalle de decoración específica. Eso no lo he visto en ningún hotel de lujo del mundo donde los árboles decorados -muchas veces ostentosamente-, las luces, etc son situados en infinidad de rincones del local. Pues ni una vela ni ná de ná. Lo comenté al personal del hotel y se excusaron en que ahora que Marriott lleva las riendas, pues que no la ponen. Yo creo que entre Marriott y la familia Catalán; los unos por los otros, los otros por los unos, la casa sin barrer.

Los tratamientos de spa van de la mano de Natura Bisse. Lógicamente en la web del establecimiento ni se les ve ni se les espera. La carta de dichos tratamientos se encuentra en la habitación a unos precios que en mi vida he visto. Ni en los mejores spas de Europa he encontrado algo así de caro. Pecaminoso. Esta vez, sólo probamos la zona de aguas, eso sí muy bien habilitada, con piscina de agua caliente, buenos vestuarios y buen baño turco. Pero no nos daba la economía para ningún tratamiento.

Piscina de agua caliente


El turn-down, simplemente es inexistente a no ser que a eso le llamemos poner una chocolatina en la almohada. Ni siquiera cierran ventanas, ni depositan zapatillas, ni reponen smellies, ni toallas, ni nada. Por supuesto, si no hacen eso, no van a dejar una botella de agua en la mesilla de noche. Es increíble que este servicio no se de en un hotel de lujo. Decepcionante.

El desayuno se sirve en la Biblioteca. Es a la carta, algo que me encanta ya que no tienes que estar dándote codazos con nadie ni sorteando mesas para alcanzar un trozo de bizcocho. Tienen una carta muy reducida pero suficiente y de calidad. El problema viene con la tardanza. Uno quiere desayunar, más o menos rápido. No es de recibo que una tosta se demore quince minutos en el tiempo. Además, el servicio dejó mucho que desear. Si la copa de zumo está vacía, no hay que esperar a que nos digan que la rellenemos. Al igual, la de agua. Y no puedo excusar comentando que eran multitud las mesas a atender. No más de cuatro para dos camareros. Caras largas, poca reciprocidad. En definitiva, y fue algo que noté durante mi estancia, encontré en el Santo Mauro un servicio poco motivado, triste y carente de la ilusión de hacer que el huésped se sienta perfectamente tratado. Cómo lamenté esta situación. Sinceramente, achaco esta falta a la dirección del hotel. Espero que el señor Catalán y su familia tomen buena nota de las faltas comentadas. Un hotel que se sustente con bodas y eventos festivos solamente, no va por buen camino. Y no me vale con la excusa barata de que ahora pertenecen a Marriott.

En La Biblioteca se sirven los desayunos
Carta de desayunos


Sin querer ser exhaustivo, el día de mi salida, ví que a la entrada desde el patio a la Biblioteca, donde se servía el desayuno, había en el suelo treinta o cuarenta colillas en el suelo. Un lugar obligatorio de paso de todo aquel que tiene su habitación en el nuevo edificio. Pues bien, a la salida del desayuno, las colillas seguían. Al irnos, aún continuaban. Se lo comenté al recepcionista antes de mi partida. Me dijo que eran de la boda de la pasada noche. Pero dos horas son plazo más que suficiente para que se hubiesen recogido.

Jardines del hotel. Al fondo las mesas. Foto de archivo

Otra cosa que no entendí fue que teniendo un maravilloso patio con unas mesas de forja y estufas de calor, no se encendieran a la tarde. Es más, tuve casi que suplicar a un camarero que nos encendiera una para tomarnos un gin tonic tranquilamente antes de cenar. A la vuelta, como debía pasar por el mismo sitio para ir al edificio de mi habitación, aún seguían las copas vacías en la mesa y la estufa encendida.

Terraza con mesas. Foto de archivo


No quiero seguir con el tema pero tiene fácil solución. En primer lugar, se trata de poner al mando del hotel a un verdadero gestor o gestora de hoteles de lujo. Lo que percibí fue más bien, un aficionado al mando de un hotel rural perdido en el monte. Por otro lado, hay que adaptar la política de precios, una vez subsanados los errores de servicio. Un hotel atrapa japoneses o atrapa americanos, no debe fundamentar su promoción poniendo las habitaciones a 400 euros. A día de hoy, su competencia más cercana, el Villa Magna, le da cuatro vueltas. Y eso que el Santo Mauro cuenta con unas características únicas que le harían plantar cara y mucho, no solo al Villa Magna sino a cualquier otro hotel de lujo de Madrid.

Check-out y salida del hotel

Me fui con mal sabor de boca del Santo Mauro. Si bien es cierto que el check-out fue rápido y preciso y un mozo nos ayudó con el equipaje. Era domingo muy de mañana y no había aún mucho trasiego. Espero que esta crítica no sea entendida para no visitar el hotel sino para que el hotel pueda subsanar estos pequeños fallos y el emblema del Santo Mauro surja, de nuevo con fuerza, en el panorama hotelero internacional de lujo.

martes, 26 de febrero de 2013

Utilización de la piscina de un hotel. Nuevos aspectos.

El señor A quiere tirarse en plan bomba

Son ya varias las entradas de este blog donde se ha hablado, de alguna u otra manera, de la piscina de un hotel. Por ser concreto, estas tres entradas que expongo a continuación versan sobre ello:

Pero es un tema que da para mucho y no quiero dejar pasar más tiempo sin explicar las últimas instrucciones que me parecen más recomendables.
Una piscina de hotel, ya sea exterior o interior, no es una piscina olímpica. Muchos huéspedes deportistas creen que pueden batir el record del mundo de cuatrocientos estilos o de doscientos braza cuando les sale del níspero. Por desgracia es muy común ver a un señor entrar en el recinto de la piscina, despojarse de su albornoz y quedarse en pelotas, tan sólo con un bañador "tipo nadador", de esos que te recogen y constriñen el paquete, calzarse las gafas de natación y, metiendo tripa, poner su cronógrafo a cero y tirarse al agua cual Tarzán barato. Sin pensar en el número de compañeros de piscina que puede haber dentro, se pone a hacer más largos que Ian Thorpe en un día de duro entrenamiento. Como va muy concentrado, toma carrerilla y va arrasando con tripones como yo y otros animales marinos que, en ese momento, estamos refrescándonos cual boya de remolcador. De hecho, como saben nadar bien los jodidos, van casi todo el tiempo con la cabeza dentro del agua, sacándola tan sólo unas milésimas de segundo para tomar algo de aire. Yo he sentido el impacto de semejantes torpedos marinos cuando me descuido. Ellos, en vez de pararse y pedir disculpas, piensan que eres una foca asquerosa que les has quitado cinco segundos de tiempo y continúan su trayectoria. 
Claro, que esto pase en la piscina del Hotel Cipriani, que aunque no lo es, tiene dimensiones olímpicas, pues qué le vamos a hacer; uno tiene hueco suficiente para remojarse las corvas sin que le molesten. Pero a estos deportistas de elite les da igual que la piscina sea esa o una de diez por cinco metros. Algunos son tan necios que, incluso en las piscinas de chorros se ponen a nadar. Es como si tuvieran un resorte que nada más ver agua, se les activara una neura acuífera que se creyeran Esther Williams. Me pregunto qué harán en su bañera. Lo mismo la ponen con chorro contracorriente y se dedican a hacer estilos. En fin, uno debe ser lo suficientemente educado como para actuar en la piscina de un hotel respetando al resto de usuarios. Si quiero nadar, pues voy atento mirando a ver qué obstáculo me encuentro. Si soy foca marina, pues no me quedo en la mitad de la misma; mejor en una esquina que no estorbe a los nadadores. Utilizar el sentido común y la urbanidad; y ya está. Sí, ya se que el sentido común es el menos común de los sentidos; pero qué le vamos a hacer.

Hoy en día proliferan mucho, sobre todo en los hoteles de ciudad las "plunge pools". Estas piscinas suelen ser de tamaño reducido y con muy poca profundidad. Están construidas con el propósito de refrescarse y chapotear en ellas. En ningún momento están ideadas para nadar. He visto a algún nadador de estos olímpicos destrozarse las rodillas al intentar hacer largos en alguna de ellas. Y es que ya les digo que algunos tienen un gen que en el momento que ven más de cinco litros de agua juntos parece que le salen aletas. Estas piscinas, también muy utilizadas en numerosos spas, son sólo para eso. No hay que ser un gran técnico para diferenciarlas. No obstante, aunque suele estar más que avisado, yo no me tiraría de cabeza en ninguna piscina de hotel hasta que no se hubiera comprobado la profundidad de la misma por mí mismo. Bueno, yo jamás me tiraría de cabeza a ninguna piscina.

Por último, nos encontramos con las piscinas de chorro de numerosos spas. Tales piscinas tienen una especie de circuito para ir pasando por cada uno de los chorros de presión que afectan positivamente- o al menos eso es lo que dicen los expertos- a varias partes de nuestro cuerpo. Salvo en los spas de hoteles de camionadas, donde hay un señor con un silbato para que el usuario del chorro en cuestión deje de utilizarlo y se cambie a otro, salvo en esos, es normal que uno deba ser lo suficientemente educado como para no monopolizar cada chorro. Me explico. Si estoy utilizando el chorro ese que te deja la nuca como la mantequilla de Soria en Agosto, y llevo ya diez minutos torturándome con él, viendo que una señora obesa con biquini de rosas está flotando cerca de mí, mirándome; pues leche, debo ser lo mínimamente caballeroso como para irme al chorro ese que te da en las pelotillas y dejarla a ella que se destroce el cuello. He contemplado abusos varios de este tipo. Las parejas de enamorados suelen ser las más peligrosas. Como están a lo que están les importa un cardo borriquero el resto y se pasan en las camas esas de agua dos horas y media. Siempre hay que pensar en los demás, además es un estilo de vida que trae más alegrías que tristezas. Se lo aseguro.


lunes, 18 de febrero de 2013

Hotel Mandarin Oriental. Barcelona








Web

Considero la web de la cadena Mandarin Oriental un ejemplo de web de hotel. Si bien es cierto que últimamente han sufrido una aconsejable remodelación en lo concerniente a orden y esquema de los menús. A mi parecer estaban un tanto desordenados y difíciles de navegar. En lo referente a fotografías, teniendo en cuenta que estamos hablando de hoteles de lo mejorcito del planeta, son de una calidad suprema y con unos atractivos envidiables.
El sistema de reservas es propio de la cadena. Rápido, elegante y muy cuidado. Fue este el medio que elegí para hospedarme en el maravilloso Mandarin Oriental Barcelona.

Llegada al hotel y check-in

En esta ocasión llegué al hotel junto a mi acompañante a una hora más temprana de la establecida para el check-in. Las diez de la mañana, aproximadamente. El vuelo que elegimos era tempranero. El hotel se encuentra situado envidiablemente en el Paseo de Gracia (dónde si no) y creo que antiguamente era la sede del Banco Sabadell o de algún otro banco.

Fachada del hotel


Casi no había parado el taxi y un mozo uniformado nos estaba abriendo la puerta del vehículo ayudándonos a apearnos. La entrada al Mandarin es muy original. Un pórtico de cuatro columnas es lo primero que te encuentras. En su centro, comienza un ascenso suave con rampa hasta llegar al lobby. Justo a la entrada, tenemos dos variantes. A la izquierda se encuentra la recepción, a la derecha el Concierge.
Brioni y Tiffany flanquean la fachada del hotel. Pero ya dentro, justo antes de llegar al mostrador de recepción una sucursal de Manolo Blahnik nos sorprende. Los que entienden saben que una tienda de Manolos en España no es fácil de ver.
Cuenta con 98 habitaciones y un interiorismo exquisito obra de Patricia Urquiola.

Acceso al hotel

Quiero detenerme en mi primera impresión con el personal de recepción. Me atendió, recuerdo el nombre, Pedro; un portugués o brasileño (siento la comparación), me pareció por su acento, al que le doy la máxima puntuación en lo referente a lo que debe ser un buen check-in. Junto al Marbella Club, no me he alojado en dos hoteles con tan maravilloso "front-office". Pedí disculpas por mi anticipación en la llegada. Pedro, nos comentó que aún no estaba preparada nuestra habitación. En medio minuto ya tenía otra vez en mi billetera mi D.N.I. y mi Visa y nos ofreció desayunar como cortesía. Ello me halagó en exceso puesto que me pareció un detalle exquisito. No obstante, decliné la invitación ya que nos habíamos desayunado al salir del avión. Ojalá muchos hoteles tuvieran en cuenta un detalle tan -al parecer- nimio pero delicado y personal.

Lobby de entrada

Nos retiraron las maletas en un momento, nos avituaron de paraguas puesto que lloviznaba y nos fuimos a realizar ciertas compras que teníamos pendientes. Una vez tomado un pequeño almuerzo en Cornelia & Co- un local muy recomendable para almorzar en Barcelona- volvimos al hotel. Una compañera de Pedro nos acompañó a la habitación, nos explicó ciertos manejos tecnológicos de la misma y se puso a nuestra disposición por lo que pudiéramos necesitar. El equipaje ya estaba en el cuarto.


La habitación

La habitación era doble deluxe con vistas al Paseo de Gracia. Intentaré explicarla. La entrada daba a un pasillo y al fondo se situaba la alcoba. En sí, he de decir que me pareció un tanto pequeña pero muy bien aprovechada. Las fotos, en este caso, sin ser nada buenas (es mi estilo), hablan mejor que mi rollo existencial. La cama era muy cómoda, las sábanas de muy buen hilo de algodón. La iluminación perfecta y se conseguía oscuridad total debido a una persiana de accionamiento automático. A un lado de la cama se situaba una confortable butaca y a los pies una mesa de escritorio con múltiples chorraditas. Conexiones de cable de todo tipo, dvd, caja fuerte, base de carga con altavoces para iphone, mini-bar con cajón para copas. En definitiva, detalles muy bien cuidados que se agradecen en un hotel de la categoría del Mandarin.
El baño, ante todo, muy funcional. Blanco impoluto, en una primera estancia se encontraba el lavabo con encimera corrida enorme. Muy de diseño minimalista pero con la poza muy poco profunda. Es una manía pero me pongo nervioso cuando no hay suficiente profundidad. Aunque el material del que está hecho es anti-salpicaduras, siempre salta y molesta. Justo enfrente se encontraba la bañera en forma de isla que no probé. En una segunda estancia, separada por puertas se situaban el inodoro, bidé y ducha. Las "smellies" eran de la firma "Red Flower", todo natural sin parabenes, siliconas y esas cosas. Todas en tarritos de 50 mililitros. Estoy hasta el colodrillo de los tarros de 30 ml. Con esa cantidad no da ni para untarte el ombligo. Me parece una cicatería usar en un hotel de lujo "toiletries" tan pequeñitas.
El espejo, también corrido, daba gusto. Buen espejo de aumento y una báscula absurda para aquel tipo raro que se pese en el Mandarin de Barcelona. Hay para todos.


La cama

Habitación

Detalle del teléfono

Conexiones que no tengo ni idea

Más conexiones para televisor

El baño

La bañera

Ducha

Conexión baño-habitación

Toiletries o smellies

Cargador con altavoces para iphone

Detalle del minibar

Caja fuerte con dvd y bolsa de cortesía

































El Spa del Mandarin

Me gustó mucho. Dicen los entendidos, yo no lo soy, que lo que toca Linda Meredith se hace de oro. Y donde pone el pie -nunca mejor dicho- Bastien González, también. En este caso así lo es. No sé si por ello o por el espacio tan maravilloso que han sabido crear en pleno centro de ebullición del Paseo de Gracia de Barcelona. La piscina, de agua caliente, lógicamente, da para que los nadadores hagan sus largos o los ballenatos como yo flotemos cual cachalote un rato. Algún día, por cierto, he de hablar de esos que usan las piscinas de los spas de hotel como si fueran olímpicas. Tienes que estar más pendiente de ver que no te arrasan por la calle cinco que de descansar dentro del agua. Justo detrás de la piscina, una pared separa el baño turco, amplio y de temperatura católica. Las toallas, más que suficientes, eran repuestas constantemente. Tan sólo un reloj digital irrumpía el clima de paz y serenidad, reloj muy bien puesto para que no se nos pase la hora del tratamiento.
Mi pareja se dio alguna de esas envolturas que le fascinan y yo, por supuesto, evité el masaje corporal que me destroza la espalda. Esta vez, bien aconsejado, me proporcionaron un tratamiento facial de rescate y luminosidad que me vino muy bien. El personal del spa me pareció magnífico en el trato y en el servicio. Incluso a la hora de intentar -como debe ser- que te lleves media estantería de cremas que te aconsejan. Una cosa es recomendar y otra meterte la crema por la nariz para que te la lleves. Muy profesional.
Las tumbonas, cómodas. Como siempre, algún maleducado que, después del chapuzón se va y deja las toallas encima de las hamacas.

Baño Turco
Piscina


Zona de relajación


Aspectos varios

En esta visita a Barcelona quise ir a cenar al 41, ese bar de tapas -por llamarlo de alguna manera- del hermano del Adriá. Como sólo se puede reservar por internet y eso es más complicado que pedir una audiencia con Obama el 4 de julio, intenté un par de semanas antes que el Concierge del Mandarin me ayudara. Lo intentaron pero fue imposible. La política del 41 es bastante clara, sólo admiten reservas por internet. Hablando del Concierge, me pareció muy eficaz pero aquí vi un error. No es de recibo que este servicio en un hotel como el Mandarin esté atendido por una sola persona. Unos japoneses se me colaron -mucha educación pero mira tú qué geta- y lo volvieron loco con las entradas de no sé qué partido de fútbol. Al menos dos personas deben atender el Concierge en todo momento. Eso sí, de pie y no sentados como últimamente estoy viendo que sucede en algunos hoteles. 

La terraza del Mandarin es espectacular. Con una piscina larga, de esas para remojarse, no para batir el record del mundo de cien metros mariposa, se divisa toda la ciudad. Además es un lugar para echarse relajadamente un pitillo sin que te tengas que ir a la puñetera calle. No la utilicé puesto que era invierno pero debe ser, sin duda, un oasis en el tórrido verano barcelonés.

Piscina exterior


Comentario importante se merece el Banker´s. Es el bar del hotel. Me parece que el lugar que ahora ocupa el Mandarin era la antigua sede central del Banco Sabadell. Un ejemplo de edificación española de la posgerra, de fachada tosca y aburrida que el equipo de diseñadores del hotel ha sabido sacar el mejor partido. Precisamente con el bar, han aprovechado las cajas fuertes del banco para construir sus paredes y techos. En las láminas de metal están incrustadas las luces, bien dirigidas. La barra es rectangular a modo de isla, alta y perfectamente decorada. Los cócteles son maravillosos, el servicio excepcional. Además cuenta con terraza para los fumadores empedernidos. Un referente en la coctelería de la ciudad condal.

Banker´s

Detalle del techo con las cajas fuertes. Foto cedida por Rincones Secretos

El desayuno se sirve en el Blanc, uno de los dos restaurantes gastronómicos del hotel. Con un precioso diseño y decoración, en él también puedes disfrutar del té de la tarde. El desayuno es muy correcto. No utilizan millares de productos repartidos en miles de bandejas desparramadas. Pocos pero de una altísima calidad. Bollería y mermeladas exquisitas.

El Blanc a la hora del desayuno. Foto cedida por Rincones Secretos

El otro restaurante, "Moments", de Carmen Ruscalleda, no lo probé. Además, he de decir que no puedo ir hasta que antes haya visitado el "Sant Pau" en Sant Pol de Mar. Mal no debe estar, hace poco creo recordar que le han concedido una segunda estrella michelín.

Restaurante Moments

Antes de finalizar, tan sólo aconsejar algunos lugares para cenar en Barcelona. Uno es el gastrobar del Hotel Ohla; el otro "Dime", un local muy aconsejable para cenar o tomarse una copa. Mezcla bar, restaurante y discoteca. Con terraza.

En definitiva, un hotel que merece la pena visitar a quien se sienta atraído por esta tontería de la hostelería de lujo. 

Check-out y salida del hotel

Rápida y eficaz como no podía ser de otra manera. Del equipaje se encargaron dos botones en todo momento hasta que lo subieron al taxi que nos llevaba a Sants para poner rumbo, en este caso, a Madrid. Si bien es cierto que aún no conozco el Arts, difícil elección creo que tendré cuando lo visite y me tenga que decantar por alguno. Lujo pero ni asiático ni sin estridencias. Sobresaliente.

Nota: Existe una crítica actual al hotel Mandarin Oriental Barcelona, realizada por mi blog amigo Rincones Secretos. Podéis leerla pinchando aquí.